Tres habilidades ‘sine qua non’ de un verdadero empresario

Un empresario no evita lo incierto, se acostumbra a vivir así.

Organizador de los factores de la producción o persona que tiene en propiedad un negocio en marcha, suelen ser las definiciones más comunes de un empresario. Sin importar el tamaño del negocio o la corporación y sin que resulte importante si es propietario mayoritario o minoritario, quien configura y dirige un negocio que genera ingresos constantes resolviendo necesidades concretas de determinados clientes y con ello, tras pagar todas sus obligaciones, produce utilidades continuas, es un empresario.
Varias son las aptitudes y actitudes que deben existir en un individuo que aspira a ser denominado de esa forma, pero conviene destacar tres habilidades que suelen ser subestimadas cuando se habla del empresariado en nuestro país:
1) Un empresario construye una organización que produce ingresos predecibles en un entorno de mercado naturalmente impredecible.- Sin ingresos suficientes y recurrentes, no hay capital que alcance o que se justifique. Además, no hay mercado funcional que no resulte impredecible por múltiples factores fuera del control de un empresario.
Por ende, con independencia de las virtudes del producto o servicio que ofrece, el centro de la atención debe estar en configurar un modelo de negocio que produzca ingresos razonablemente predecibles para sostener el tamaño de organización que se conduce y financiar su crecimiento.
Cuando los ingresos mínimos necesarios dejan de ser el centro de atención relevante, no sólo se merma cualquier rentabilidad posible, sino que –salvo en muy pequeñas excepciones– se pone en riesgo la viabilidad de la empresa en su conjunto.
2) El empresario transforma la incertidumbre en posibilidad.- No hay capacidad empresarial sin una clara habilidad para pronosticar, para estimar, para medir escenarios o desenlaces posibles. Un empresario no evita lo incierto, se acostumbra a vivir así. En las buenas y en las malas, en la frustración y en la excitación, en la bonanza y en la restricción. Por encima de ello, sin embargo, está la habilidad de visualizar múltiples posibilidades y decidir cuál o cuáles perseguir con los recursos y energía que sí se tienen, en entornos donde la mayoría ven restricciones y limitaciones.
3) El empresario produce cambio, pero lo convierte en progreso consistente para el negocio.- Ningún negocio puede permanecer intocado por mucho tiempo. Por fuerzas múltiples externas y la evolución propia de su realidad interna, todo negocio tiene que enfrentar el cambio gestionado u obligado. Lo importante es que el cambio tenga el direccionamiento y la graduación que resulten adecuados para cada negocio. Cambio que no se traduce en progreso para la empresa resulta un esfuerzo que quema energía limitada y costosa. Qué cambiar, cómo cambiar, hacia dónde cambiar, de qué prescindir y qué agregar resultan preguntas constantes que el empresariado resuelve en su organización un día sí y otro también.
El empresario casi siempre se siente en déficit. Prácticamente no hay día que no piense o perciba que a su negocio le falta algo: mejor personal, más capital, mayor tecnología, variedad de clientes, más visibilidad o financiamiento óptimo, por mencionar algunas cosas. En adición, no hay jornada en la que no piense qué haría más si su entorno fuese más favorable, si la carga fiscal o laboral fuese menor, si las curvas de aprendizaje fueran menos largas o si dispusiera de mayores externalidades positivas.
En ese continuo e inacabado ambiente incierto, quien es empresario vende, compra, resuelve, decide, contrata, despide, ajusta, invierte, espera, acelera y demás. Y es que cuando ‘se es empresario’ se sabe que no hay ruta conocida. En el mejor de los casos, sólo hay entornos familiares.
Sí, se puede definir a un empresario como el organizador de los factores de la producción. Pero sospecho que resulta más apropiado denominarlo como el irremediable optimista, que aún en momentos complejos, toma decisiones con distintos niveles de riesgo, acostumbrado a vivir a la expectativa, pero siempre esperando el mejor desenlace que su visión de negocios considera no sólo deseable, sino en su mente posible.