La inercia de los paradigmas (II parte)

Albert Einstein, el connotado científico universal, afirmaba que “si hacemos las mismas cosas de la misma manera, no se podrán obtener resultados diferentes. Si hacemos las mismas cosas de manera diferente, muy probablemente no se lograrán resultados diferentes. El cambio está en hacer cosas diferentes”.
Esto significa que el reto consiste en modificar los programas, las creencias y los paradigmas. Al final de la primera parte de este serial, publicado en el número 33 de abril-mayo ppdo., concluía que era imperativo situarse en un proceso de visión sistémica de cambio de paradigmas, si queremos aspirar a resultados diferentes, toda vez que la inercia indica que repetimos esquemas que han demostrado ser ineficientes.
En este contexto, para nadie es desconocido que en la medida en que el país se acerca al proceso electoral del 2012, en el cual ya se vislumbra una guerra campal, que estará muy alejada de la cultura política que la sociedad demanda, la agenda nacional de las transformaciones urgentes se va quedando en el olvido, o peor aún, se contamina, se manipula y se corrompe de acuerdo a los intereses sectarios de grupos que sólo buscan mantener su cuota de poder económico o político, mediatizando el interés mayor de la sociedad.
Tendrán que seguir esperando la reforma fiscal y la reforma laboral, que son dos columnas vertebrales, indispensables, para frenar la caída libre de la economía, que si bien su crisis no mata de un colapso fulminante, si avanza con pasos firmes como las enfermedades silenciosas que no dejan de ser mortales en un tiempo perentorio.
Por otro lado, en el caso particular de México y en el específico de Quintana Roo, la economía está sostenida por las micro y pequeñas empresas, que no solamente intervienen de manera significativa en la distribución del circulante, en el intercambio sistémico de bienes y servicios, sino que también mantienen una importante planta laboral y son la fuente primordial de los ingresos propios de las haciendas públicas.
En paralelo, el pasado noviembre la Secretaría de Hacienda y Crédito Público dio a conocer que la deuda contraída por los Ayuntamientos del país pasó de 4 mil millones de pesos en el año dos mil, a 31 mil 700 millones en el 2010, amen de que el 58 por ciento de estos endeudamientos, se concentraba en municipios de sólo siete entidades federativas.
Los estudiosos en la materia precisan que el problema no está sólo en el endeudamiento, sino en el ejercicio del gasto de éstos empréstitos, ya que en lo general los gobiernos locales destinan cerca del 90 por ciento de sus recursos al pago de salarios, compensaciones, equipo y espacios inmobiliarios. Al propio tiempo, casi el 70 por ciento de sus recursos proviene de aportaciones etiquetadas del Gobierno Federal. Este desequilibrio en la planeación, organización y aplicación del erario público, ha llevado, como se afirmó recientemente, a que algunos municipios de Quintana Roo, estén en situaciones críticas por no decir que al borde de la quiebra.
Es evidente que si los ayuntamientos fueran empresas hace mucho tiempo que estarían cerradas. Ante la imposibilidad política de que esto llegara a suceder, la apariencia es que se logra, cada inicio de trienio, rescates milagrosos. Bastaría preguntar a un buen número de las empresas que están en el padrón de proveedores de los gobiernos municipales, cuál ha sido el comportamiento y cumplimiento del pago de los bienes y servicios adquiridos. Y esto sin profundizar en el análisis puntual del por qué, del cuánto y del cómo se le compra a las empresas locales.
Si el marco regulatorio está entrampado y secuestrado, si las micro y pequeñas empresas están a la deriva y abandonadas en razón de políticas inadecuadas, y si las instancias públicas que deben promover el desarrollo, sólo hacen esfuerzos por sobrevivir, la pregunta es de qué manera se logrará el crecimiento económico y elevar los niveles de desarrollo, oportunidades y bienestar.
Un reciente estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE por sus siglas, afirma que la piedra angular que permitiría afrontar con éxito los retos estructurales que los países latinoamericanos no han podido superar, consiste en la reconversión y la diversificación de la economía.
De otra suerte, las futuras generaciones, advierte la OCDE, estarán prácticamente imposibilitadas para erradicar o al menos disminuir, los crecientes niveles de desigualdad. Desigualdad que en la dinámica colectiva es campo fértil para la criminalidad y la descomposición de los valores de la sociedad. La moneda está en el aire. Preguntarnos si tenemos la capacidad, el talento y las fortalezas para avanzar en el sentido correcto sería ocioso, toda vez que la respuesta contundente es afirmativa.
¿Qué se requiere entonces? Voluntad política, visión sistémica, y mente abierta para cambiar paradigmas y encontrar nuevas fórmulas para hacer cosas diferentes. En la tercera entrega y última de este serial, acotaremos algunas ideas que podrían orientar, en materia de crecimiento económico, el rumbo a seguir.