El declive de Brasil: un crecimiento marginal a partir del 2012

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Por: Rebeca Rodríguez Minor

Brasil. Después de haber experimentado un periodo de bonanza económica sostenida, productividad y progreso social, últimamente estamos viendo cómo Brasil pone en duda su capacidad de mantenerse como una potencia emergente, de influencia global en los próximos años.


Su crecimiento económico ha sido muy marginal a partir del 2012 y no muestra índices de recuperación al corto plazo. La productividad del sector industrial se debilita, ante una estrategia de mercado que se enfoca cada vez más al sector agrícola y a la exportación de los llamados commodities.

China, país destino de gran parte de las mercancías cariocas, muestra cada vez mayor interés por este tipo de productos, no por los productos industriales con valor agregado, que bien pudieran impulsar la productividad interna de Brasil. Este hecho fomenta que nuestro gran vecino del sur, se especialice en la extracción y comercialización de materias primas per se.


Brasil. Es verdad que existen algunas excepciones. Hay sectores industriales, como el extractivo del petróleo y gas natural, así como el de los derivados del petróleo, que han mostrado un auge considerable en los últimos años, pero en lo general, el desempeño del sector terciario no ha sido satisfactorio.


A últimas fechas, calificadoras internacionales como Moody´s, han reducido la calificación  a la deuda soberana de Brasil, pasándola de “positiva” a “estable” en su panorama crediticio. Lo que preocupa bastante es el nivel de crecimiento económico mediocre que ha mostrado por dos años consecutivos el país. En 2012 el crecimiento fue de apenas 0.9%, mientras en 2013 sí se reflejó una recuperación al lograr 2.5% de crecimiento económico.

Sin embargo, ésta cifra se mantuvo apenas por encima de la media mundial, que fue de 2.1% y muy por debajo de otras potencias emergentes, como China (7.7) o la propia Rusia (3.8%). Para éste 2014, la estimación calcula un inamovible 2.5% de crecimiento económico para Brasil.


Sobre este respecto, debemos considerar también que éste año es la celebración del Mundial de Futbol en este gran país sudamericano y sólo dos años después, las Olimpiadas Mundiales se llevarán a cabo también en Brasil.

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Son dos eventos de tal envergadura internacional, que demandan no sólo un gran compromiso para cumplir con los estándares mínimos requeridos por las organizaciones madre, sino también una gran inversión económica en infraestructura deportiva e imagen pública, que bien puede poner en riesgo la viabilidad financiera y crediticia del país.

Brasil. La economía global se encuentra todavía muy debilitada. La productividad y el crecimiento apenas comienzan a permear en Europa y la recuperación en general, es muy marginal y lenta. Ante este escenario y el mediocre desempeño de Brasil, ¿será capaz este país de sacar adelante su economía, cubriendo los gastos excesivos que implican los dos eventos deportivos internacionales, sin descuidar el bienestar social?


La respuesta parece inclinarse hoy en día, del lado negativo. Hoy nos topamos con un Brasil, que a pesar de haber logrado hasta antes del 2012, mejorar el estándar de vida, incrementando considerablemente la clase media y reduciendo los márgenes de pobreza en cifras notables, todavía cuenta con índices de desigualdad económica alarmantes.


En la percepción de los habitantes, los servicios más básicos como el de la salud y la educación, a pesar de los avances logrados, se mantienen en condiciones muy marginales; mientras el gobierno decide gastar millones en estadios y acondicionamiento deportivo.


Al contar con una clase media cada vez más robusta, la consciencia que esta población tiene sobre sus necesidades y las incongruencias del sistema, se hacen más presentes en sus demandas. La gente sale a las calles a protestar por la inconformidad creciente sobre tales despilfarros y la imagen internacional de Brasil se deteriora poco a poco.


A nivel internacional, la comunidad se cuestiona sobre la factibilidad de que Brasil se siga considerando en el mediano plazo, como una de las economías más atractivas para la inversión, apostando a su gran influencia para el mercado global, por mano de obra, recursos naturales, clase media creciente y boyante. No se sabe cuánto tiempo más pueda sostenerse el sistema.


Brasil. El boom experimentado por Brasil, en épocas de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inacio Lula Da Silva, en términos de crecimiento económico, diversidad de mercados, inversión extranjera directa, productividad interna, progreso social, entre otros, no se perciben en la actualidad y por el contrario, es evidente su declive.

¿Será transitorio, constante o perenne? Sólo el tiempo lo dirá. Es tarea del gobierno preocuparse por la integración de todos los sectores productivos y sociales al ejercicio económico de la nación, de tal suerte que se reimpulse el “progreso social”.

Se debe reforzar el sector industrial y buscar estrategias que le permitan al país, no sólo beneficiarse de los ingresos agrícolas por la exportación de commodities, sino que tiene que continuar con la escala de valor que tanto requiere la producción industrial interna. Los programas sociales, la educación, la investigación y el desarrollo, la capacitación laboral, la especialización productiva, son factores clave en este proceso.

El declive de Brasil