América Latina en crisis política: una epidemia interminable

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El destape de las redes de corrupción gubernamental, los procesos judiciales que afrontan algunos mandatarios y el deterioro de su imagen, muestran una gran evolución de nuestras democracias.

AMERICA LATINA EN CRISIS. En los últimos años hemos sido testigos de la crisis política por la que atraviesan varios gobiernos regionales. Pareciera tratarse de una ola expansiva que afecta simultáneamente a los países. Corrupción, conflictos de interés, abuso de poder, nepotismo y represión, enmarcan diariamente los tabloides latinoamericanos. 

Empecemos por el caso de Dilma Rousseff en Brasil. En el 2013 la presidenta contaba con un 65% de aprobación entre los votantes. Su reputación se fue mermando día a día, a tal grado que en los pocos meses que lleva de su segundo mandato, se ha convertido en la mandataria con los índices más bajos de popularidad en la historia del país (apenas alcanza un insólito 7.7%).

Esto se debe principalmente al escándalo de corrupción que involucra al gobierno directamente en sobornos de empresas constructoras para el otorgamiento de proyectos en la paraestatal petrolera PETROBRAS, a cambio de fondos para campañas políticas. La empresa más productiva y emblemática brasileña ha sufrido pérdidas multimillonarias por esto.

Recordemos que la mandataria carioca ya de por sí sufría un desapruebo social considerable antes del escándalo, debido a los gastos estratosféricos que se hicieron en la construcción de estadios para la celebración del mundial de futbol 2014. La sociedad justificadamente demandaba en las calles por más hospitales, empleo, y escuelas; no estadios innecesarios.

AMERICA LATINA EN CRISIS. El caso de Venezuela también es bastante grave. Como sabemos, en tiempos de Hugo Chávez, prevalecía la polémica sobre la política de corte socialista que el presidente pregonaba. Existía una dualidad en las percepciones sociales.

Por un lado, la clase más vulnerable apoyaba el proyecto gubernamental que se centraba en apoyar directamente a los pobres, mientras las clases medias/altas y el empresariado, rechazaban al gobierno, ante la afectación directa que sufrían las inversiones y los empleos, con acciones dictatoriales de expropiación y censura que poco margen dejaban al mercado libre y la competencia.

Chávez pudo mantenerse en el poder por tantos años (1999 – 2013), gracias a su carismática personalidad. Sin embargo, y como lo mencionamos en el artículo dedicado a Venezuela tras la muerte de Hugo Chávez (Revista Gente Año 8, No. 46, Junio, 2013), su sucesor y ferviente discípulo, Nicolás Maduro, no cuenta con tal carisma y ha demostrado en gran medida, su ineficiencia para administrar al país.

Fue el segundo país a nivel mundial con mayor tasa de homicidios en el 2014 y obtuvo el mayor índice de inflación de toda América Latina, en el mismo periodo. El nivel de inversión extranjera es bajísimo y ahora también es alarmante el desabasto de bienes de consumo básico que ha disparado al mercado negro y al trueque rudimentario entre la comunidad desesperada.

Los proveedores internacionales prefieren no hacer negocios con un gobierno que no garantiza los pagos, que tiene las arcas vacías y que actúa represivamente ante cualquier facción opositora, ya sea empresarial o política. Los índices de popularidad de Maduro han caído en picada hasta llegar en febrero de este año a 22%.

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AMERICA LATINA EN CRISIS. El caso de Argentina merece mención también. Cristina Fernández, que a fines de este año culmina su segundo periodo presidencial, sufre un gran descrédito popular.

Además de la mala imagen que su gobierno obtuvo ante los organismos financieros internacionales, al haber maquillado las cifras en sus reportes sobre la situación de la economía interna, el gobierno también se rehusó a pagar en tiempo y forma, los montos acordados con algunos de sus acreedores internacionales.

Estos factores más la nacionalización mal administrada de Aerolíneas de Argentina, la expropiación a Repsol del total de sus acciones (51%), en la petrolera argentina YPF y el estancamiento que ha sufrido la economía interna por cuatro años consecutivos, con cifras inflacionarias alarmantes, han derivado en la baja credibilidad gubernamental; manifestada en el declive de la inversión extranjera en  un 60% el año pasado.

A esto se suma la reciente muerte del fiscal Alberto Nisman, quien fue asesinado a tan solo unos días de haber denunciado a la presidenta, de encubrir terroristas en un atentado de los años noventa; hecho que llegó a colocar el índice de aprobación de Cristina Fernández en 29.1%.

El caso chileno es por demás inesperado. Después de haber logrado terminar su gestión en el 2010 con un índice histórico de aprobación de 84%, tras 8 años en el cargo, y después de haber iniciado su tercer mandato (2014) con un 54% de aprobación social; en tan sólo unos meses la mandataria Michelle Bachelet ha sufrido una caída estrepitosa en su credibilidad como gobernante, llegando a 29%  en junio de este año.

AMERICA LATINA EN CRISIS. Esto básicamente debido al caso de corrupción que involucra directamente a su hijo y esposa, por tráfico de influencias y uso de información privilegiada, en la compra de terrenos para su reventa a un mucho mayor precio más adelante.

Al mismo tiempo, surgieron casos de financiamiento ilegal de campañas políticas por dos de los consorcios empresariales más importantes del país. Bachelet ha tenido que acudir a maniobras radicales para limpiar su imagen, como la solicitud de dimisión de todo su gabinete en mayo de este año.

Guatemala se suma irremediablemente a esta crisis política que invade Latinoamérica. El presidente Otto Pérez sufre una gran presión social que le exige su renuncia, relacionándolo directamente con las redes de corrupción que involucran a altos mandos de su gabinete.

Principalmente llama la atención el excesivo enriquecimiento del presidente, con lujosas mansiones de su propiedad y el caso de la vicepresidenta Roxana Baldetti, quien tuvo que dimitir a su cargo tras su  presunta participación en una red de corrupción aduanera. De igual forma, el secretario general del gobierno (también yerno del presidente), enfrenta a la justicia por asociación ilícita y tráfico de influencias.

Las investigaciones ahora se centran en el propio presidente, después de que la Corte Suprema de Guatemala diera el fallo a favor para iniciar con el proceso.

El caso de México es bien conocido entre nuestra comunidad. La mansión de Angélica Rivera, los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la reforma financiera y la fuga del Chapo Guzmán, dan cuenta del abrumador descrédito que la sociedad da a la administración de Peña Nieto, quien alcanza tan sólo el 34% de aprobación entre los habitantes. La menor cifra registrada desde la crisis del 94 con Ernesto Zedillo.

Recapitulando, podemos basarnos en dos perspectivas para explicar la crisis política generalizada que afrontan todos estos gobiernos en la región:

  1. El subdesarrollo todavía enmarca nuestra realidad. Los escándalos de corrupción, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias o abuso de poder de nuestros gobernantes, reflejan el tipo de sociedad que somos. Estamos lejos de superar nuestros grandes vicios sociales, para evolucionar hacia el desarrollo sustentable y el bien común
  1. El destape de las redes de corrupción gubernamental, los procesos judiciales que afrontan los mandatarios y el deterioro de su imagen, muestran una gran evolución de nuestras democracias. Podemos entendernos dentro de un proceso de transición hacia sociedades más justas y el despertar de las consciencias.

Todo depende del enfoque con que se mire.

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